(2) El cual también nos hizo ministros capaces del nuevo pacto; no de la letra (f), sino del espíritu: porque la letra mata, pero el espíritu vivifica.

(2) Amplifica su ministerio y el de sus semejantes: es decir, el ministerio del Evangelio comparándolo con el ministerio de la Ley, que considera en la persona de Moisés, por quien fue dada la Ley: contra quien la pone. Cristo, el autor del Evangelio. Ahora bien, esta comparación se toma de la esencia misma del ministerio. La Ley es como una escritura en sí misma, muerta y sin eficacia: pero el Evangelio y la nueva Alianza, por así decirlo, el poder mismo de Dios mismo, para renovar, justificar y salvar a los hombres.

La Ley ofrece la muerte, acusando a todos los hombres de injusticia: el Evangelio ofrece y da justicia y vida. La administración de la Ley sirvió durante un tiempo a la promesa: el Evangelio permanece hasta el fin del mundo. Por tanto, ¿cuál es la gloria de la ley en comparación con la majestad del Evangelio?

(f) No de la Ley sino del Evangelio.

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