A quien el príncipe de los eunucos (l) puso por nombre, porque dio a Daniel [el nombre] de Beltsasar; ya Hananías, de Sadrac; ya Misael, de Mesac; ya Azarías, de Abednego.

(l) Para que se olviden por completo de su religión: porque los judíos dieron a sus hijos nombres que siempre podrían recordarles algún punto de la religión. Por tanto, esta fue una gran tentación y un signo de servidumbre, a la que no pudieron resistir.

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