(9) Que [de ahora en adelante] no seamos más niños, (10) sacudidos de un lado a otro, y llevados con todos los vientos de doctrina, por la (s) prestidigitación de los hombres, [y] (t) astuta astucia, por la cual ellos acecha para engañar;

(9) Entre nuestra infancia (es decir, un estado muy débil, cuando todavía estamos vacilantes) y nuestra edad perfecta, que tendremos por fin en otro mundo, hay un medio, es decir, nuestra juventud, y constante avanzando hacia la perfección.

(10) Él compara a los que no se apoyan en la palabra de Dios, a los pequeños botes que se lanzan aquí y allá con las doctrinas de los hombres, por así decirlo, con vientos contrarios, y además les advierte que sucede no solo por la inestabilidad del cerebro del hombre, pero también por la astucia de algunos, que hacen de él un arte.

(s) Con esos inciertos sucesos que empujan a los hombres de un lado a otro.

(t) Por el engaño de aquellos hombres que tienen mucha práctica en engañar a otros.

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