El Señor ha desechado su altar, ha aborrecido su santuario, ha entregado en mano del enemigo los muros de sus palacios; han hecho ruido en la casa del SEÑOR, como en el día de una fiesta solemne.

(g) Así como el pueblo estaba acostumbrado a alabar a Dios en las fiestas solemnes a gran voz, ahora los enemigos lo blasfeman con gritos y clamores.

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