Entonces digo: (1) ¿Ha desechado Dios a su pueblo? Dios no lo quiera. Porque (2) yo también soy israelita, de la simiente de Abraham, [de] la tribu de Benjamín.

(1) Ahora el apóstol muestra cómo esta doctrina debe aplicarse a otros, permaneciendo todavía en su causa propuesta. Por lo tanto, nos enseña que todos los judíos en particular no son desechados, y por lo tanto no debemos pronunciarnos precipitadamente sobre personas individuales, sean o no del número de los elegidos. (2) La primera prueba: soy judío y, sin embargo, elegido; por lo tanto, podemos y debemos estar completamente seguros de nuestra elección, como se ha dicho antes: pero de otro hombre no podemos estar tan seguros, y sin embargo, la nuestra puede haznos esperar el bien de los demás.

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