El estilo abrupto con el que Pablo abre esta epístola es un índice de todo lo que sigue. Todo se debe a una firmeza de propósito en el mantenimiento de un solo objeto, una tenacidad que no permitirá que se pierda de vista el tema que nos ocupa. Si en alguna ocasión se desvía para ampliar un punto que surge, es sólo para aumentar la fuerza de su argumento, de modo que al final un corazón sujeto queda sin cuestionar, es subyugado por la fuerza abrumadora de la verdad sólida. De hecho, Pablo está atacando la sujeción del corazón, la inquebrantabilidad del espíritu, la seguridad en sí misma del orgullo que es tan evidente en las personas de mentalidad legal.
Las asambleas de Galacia habían sido desviadas por algunos que enseñaron la doctrina fulminante de que los cristianos deben mantener su salvación guardando la ley de Moisés. El guardar la ley adula la importancia personal de uno, como si él fuera capaz de hacer lo que solo la gracia de Dios puede hacer por alguien. Le roba al Señor Jesucristo el crédito que debe ser absolutamente y solo Suyo por lograr la bendición eterna de los pecadores creyentes por medio de Su sacrificio único y perfecto. No es de extrañar que Pablo hable con tanta seriedad y decisión al denunciar esta enseñanza que tanto deshonra a Cristo y adula a los simples humanos.
En este comentario se utiliza la versión New King James, excepto en algunos casos, en los que se puede utilizar una traducción alternativa, principalmente la traducción precisa de JNDarby, que se indicará con las iniciales (JND).