REFLEXIONES

QUERIDO Señor Jesús! mientras escucho a tu siervo, como en este Capítulo, reprender a la Iglesia por su debilidad en la fe y su poca disposición a algo más que como niños en Cristo; ¡Cómo puedo pasar por alto la ternura de mi Señor con su rebaño, que los ha alimentado en todas las épocas y los está alimentando ahora, como un Pastor! ¡Queridísimo Jesús! ¡Tú sabes cómo soportar las debilidades y flaquezas de tu pueblo! Llevas los corderos en tu regazo, y con dulzura guias a las que están con las crías.

¡Tú, misericordioso Señor, cuida la agricultura de tu Iglesia! Ordena todos los aposentos del edificio espiritual. ¡Señor! concédeme que nunca traiga leña, heno ni rastrojo de nada mío para poner sobre el fundamento a Jesucristo; Y que el oro, la plata y las piedras preciosas sobre las que se colocó Cristo, sean las doctrinas de Cristo, para que en la hora de la prueba nunca se quemen, sino que se descubra que son de Cristo, que permanecerá en pie. cada prueba.

¡Y bendito Señor el Espíritu! Permíteme no perder nunca de vista esa verdad que revive el alma, que los cuerpos de los miembros de Cristo son su Templo. Señor, toma tu morada en mi pobre naturaleza, y reina en mí, y domina en mí, como el Señor Todopoderoso de todos los afectos. Y deja esa vasta herencia, a la cual, por mi nuevo nacimiento, soy engendrado; sé mi consuelo eterno, contra todo ejercicio y dolor de la vida.

Si bien puedo decir con la Iglesia, soy de mi amado, y su deseo es hacia mí; Estoy seguro de que tanto en la vida como en la muerte, las cosas presentes y las futuras, todo asunto y todo acontecimiento, deben ministrar para la gloria del Señor y mi salvación. Si Cristo es mío, todo es mío. Y bendito seré en mi canasta y en mi almacén, en mi acostado y en mi levantamiento, en la vida, en la muerte, en el tiempo y por toda la eternidad. ¡Pensamiento precioso! Seduzca a los nuestros, porque somos de Cristo, y de Cristo es de Dios. Amén.

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