LA PRIMERA EPÍSTOLA GENERAL DE JUAN
OBSERVACIONES GENERALES
Toda la antigüedad, con un consentimiento, ha atribuido esta hermosa y amorosa Epístola a Juan, el Apóstol y Evangelista, aunque él no le ha puesto su nombre. Hay una gran semejanza de estilo y manera en él, así como en la doctrina, con los otros escritos del discípulo amado. El lugar de donde se escribió y el momento en que no están tan generalmente acordados. Pero, ciertamente, debe haber sido hacia el final de la vida de Juan, porque él habla del último tiempo, con el que se refería a la destrucción de Jerusalén, que Jesús predijo, y que tuvo lugar poco tiempo (como algunos piensan) después. Juan escribió esta epístola, aunque algunos la han fechado antes. El término de la Epístola General, tiene la intención de insinuar, que no fue dirigida a ninguna persona individual o Iglesia.
Pero el punto más material a considerar en esta ocasión son las marcas muy claras y claras que lleva con él de inspiración divina. Aquí descansamos más que satisfechos y encontramos ocasión para la acción de gracias y el gozo. Un rasgo dulce lo atraviesa todo, en relación con la Iglesia, a saber, el testimonio del Apóstol sobre el amor del Padre, la gracia del Hijo y la comunión del Espíritu Santo. Y, como Juan vivió para contemplar el surgimiento de herejías mortales en la venida del Anticristo, y la negación de la Deidad de nuestro Señor, tenemos razón para bendecir a Dios por alargar la vida del Apóstol, para dar la evidencia que tenemos en este Epístola tras constancia, a esta gloriosa verdad fundamental de nuestra santísima fe.
No detendré al Lector con más observaciones, sino que le rogaré que doble la rodilla conmigo en oración, para que el Señor el Espíritu, que amablemente nos ha dado la Escritura, nos dé con ella el entendimiento para comprenderla, que teniendo una unción del Santo, podemos conocer todas las cosas.