(12) Y Jeroboam y todo el pueblo vinieron a Roboam al tercer día, como el rey había ordenado, diciendo: Vuelve a mí al tercer día. (13) Y el rey respondió al pueblo con dureza, y abandonó el consejo de los ancianos que le habían dado; (14) Y les habló según el consejo de los jóvenes, diciendo: Mi padre hizo pesado vuestro yugo, y yo añadiré a vuestro yugo; mi padre también os castigó con látigos, pero yo os castigaré con escorpiones.

(15) Por tanto, el rey no escuchó al pueblo; porque la causa venía de Jehová, para que cumpliera su palabra que Jehová habló por Ahías silonita a Jeroboam hijo de Nabat por medio de Ahías silonita.

Este último versículo arroja luz sobre toda esta transacción; ¡la causa era del Señor! es decir, el Señor lo dejó a su suerte; y estos eran solo el mal. ¡Y lector! ¿No es este el caso de quienes rechazan el consejo de Dios contra sus propias almas? y al hacer oídos sordos a las benditas verdades del evangelio, justamente traerán sobre ellos el juicio de condenación. Esa es una escritura terrible que nos dice que el mismo evangelio bendito, que para algunos es olor de vida para vida, se convierte para otros en olor de muerte para muerte. El mismo fuego que derrite la cera endurecerá la arcilla. 2 Corintios 2:15 .

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