REFLEXIONES

¡LECTOR! No descartemos nuestra revisión de este capítulo, ni cerremos el libro que registra la muerte de Samuel, sin antes rendir el debido tributo a un recuerdo tan verdaderamente valioso. Por una vez me parece que pasaré por alto la consideración de muchas otras bellezas contenidas en este Capítulo, para recoger reflexiones adecuadas de la tumba del profeta. Al Señor le agradó llamar a Samuel para que fuera su siervo en un día de gran partida del Señor.

Y al Señor le agradó llamarlo a casa en una época en que abundaba la corrupción. Seguramente fue una época en la que más se necesitaba a un hombre así. Los santos y siervos del Señor, que son eminentes en su día y generación, son la sal, la luz y las columnas de la tierra. Cuando se van, sus vacantes forman tristes brechas en la iglesia. ¡Qué diferente muerte de la de Nabal! mientras que el uno muere sin llanto, sin piedad, desatendido: el nombre de Samuel siempre vive en la memoria, y su memoria es bendita.

Pero no nos detengamos aquí. ¿No veo en Samuel un tipo del siempre bendito Jesús? ¿No solo como profeta, sino como sacerdote, gobernante, juez, libertador en Israel? ¿Fue Samuel prometido por el Señor como su mismo nombre lo implicaba? ¿Y no era nuestro Jesús la simiente prometida, en quien son benditas todas las naciones de la tierra? Fue Samuel codiciado por su madre, y como instantáneamente prestado o devuelto al Señor desde el vientre; y ¿no sentimos nuestra mente en este punto de vista, dirigida a la contemplación de Aquel que en todas las épocas fue el más buscado y anhelado, el deseo de todas las naciones, y que fue dado como un pacto del pueblo, dedicado a Dios? y consagrado al servicio de la redención, desde su milagroso nacimiento.

¡Sí, bendito Jesús! Te complació haber marcado los contornos de tu carácter inigualable en los varios siervos tuyos que ministraron en tu iglesia antes de tu venida. El llamado temprano de Samuel y su nombramiento para el oficio profético; su ministerio, su trato cruel y el rechazo de la gente; sus benevolentes labores, oraciones e intercesiones por Israel; Estas y muchas otras circunstancias que marcaron su vida, se volvieron típicas de ti y de tu misión divina, cuando para el gobierno, la instrucción y la redención de tu pueblo, viniste a la tierra como el profeta todopoderoso de tu iglesia, y como los fieles. sacerdote a quien Dios el Padre prometió levantar, que le edificaría una casa segura y sería su ungido para siempre.

¡Oh, bendito Jesús! el don de nuestro Dios y Padre no solicitado; y aquí, como en mil otros casos, superando infinitamente a todos los siervos tuyos de Samuel, sé tú para mí a la vez profeta, sacerdote y rey. Ahora, por la rica unción de tu bendito Espíritu, enséñame bondadosamente de ti mismo y de tu Padre; guíame y condúceme a toda la verdad, y cuando hayas cumplido toda tu santa voluntad y complacencia acerca de mí en este mi día y mi generación. ; Señor, llévame a tu casa para que contemple tu gloria, para que donde tú estés, yo también esté.

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