REFLEXIONES

PERMITA que tantos ministros del Señor Jesucristo como lean este precioso capítulo, pidan gracia, sean capacitados para seguir el ejemplo del Apóstol en su ministerio, y oren humildemente por el mismo éxito. ¡Oh! Qué ardua empresa, qué solemne confianza, qué distinguido honor y qué vasta responsabilidad. ¡Quién lo consideró como debería, pero preferiría rehuir el alto llamamiento que huir sin ser enviado! Pero no se desanime todo siervo fiel de Jesús.

Jesús es la suficiencia total tanto de sus ministros como de su pueblo. Y sea que mire completamente a Jesús y extraiga todos sus recursos de Jesús, ya sea ministro o pueblo, nunca dejará de encontrar una suficiencia total para su propia alma y para su trabajo entre los demás. Donde Dios el Espíritu ordene, dará el suministro adecuado. Y esas palabras del Señor son suficientes para llevar al siervo a través de todo su trabajo. ¡Lo! ¡Estoy contigo siempre, hasta el fin del mundo!

¡Y nada menos, pueblo de Dios! ¿Levantas las manos del siervo del Señor, que entra y sale delante de ti por el mandato del Señor, con oración y súplica, para bendición de sus trabajos? Es un dulce estímulo para el obrero fiel en la viña del Señor, cuando sabe que su pueblo va delante con sus oraciones al Señor pidiendo su bendición, y lo sigue pidiendo perdón por todas sus imperfecciones.

Y donde el Señor ha bendecido a una Iglesia con un siervo fiel, que asume la supervisión de la Iglesia de Cristo, no por obligación, sino voluntariamente; no por ganancias deshonestas, sino por voluntad propia: ¡qué no se puede esperar de la bendición divina sobre tal congregación, tanto del ministro como del pueblo! ¡Señor, el Espíritu! envía pastores en pos de mi corazón, que alimentarán a tu pueblo con conocimiento y entendimiento.

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