REFLEXIONES

¡LECTOR! que el Señor nos conceda la gracia de fijar nuestros ojos, nuestros corazones y toda nuestra alma en la persona de Jesús hasta que, como Pablo, podamos clamar con la misma plena certeza de fe: Ahora, gracias a Dios, que siempre nos hace triunfar en Cristo. ¡Oh! la bienaventuranza de tener el dulce aroma de su conocimiento, ¡siempre en la mente! ¿Y no sabemos que por haber sido secretamente hecho uno en los miembros de su cuerpo místico, las personas de todos sus redimidos están tan seguras, en todos los efectos benditos de su sangre y justicia, que hay una causa eterna para triunfar en Él, en medio de todos los desalientos que encontramos en nosotros mismos.

Y, ¡oh! Dios Todopoderoso y Padre! cuando considero que es para ti, Cristo es olor grato en los que se salvan y en los que se pierden; ¡Oh! cuán reconfortante es para mi alma la consideración bienaventurada de que todo Cristo es y todos nuestros placeres en Cristo son; tu amor está en todo. Y Dios el Espíritu, no menos trae a casa a mi Señor, el Señor de la vida y la gloria a mi cariño, y me da a regocijarme, en la esperanza de la gloria de Dios. De nuevo, de nuevo digo; ni cesarán las dulces palabras hasta que llegue a ver a mi Dios en gloria: ¡Ahora gracias a Dios, que siempre nos hace triunfar en Cristo!

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