REFLEXIONES

Cuán bello aparece el rostro de las cosas en Judá bajo el reinado de Ezequías, comparado con el estado deplorable en el que lo contemplamos bajo el reinado de su padre Acaz. Y ¡oh! cuánto la conducta de los hombres en el poder, y en puestos elevados, opera sobre todos los departamentos inferiores, tanto en la iglesia como en el estado. Pero principalmente, alma mía, permita que las mejoras que surgen de este capítulo tiendan a conducirla al precioso Jesús.

Y conciba cuán infinitamente interesante e importante debe ser esa salvación suya, que fue hecha tan uniformemente en todas las edades de la iglesia el gran medio y fin de la purificación, hacia la cual, por la fe, todo el pueblo dirigió sus servicios religiosos. ¡Oh! ¡Bendito reconciliador, que hiciste nuestra paz con la sangre de tu cruz! en virtud de tu sangre expiatoria y justicia es que después de toda nuestra indignidad y el establecimiento de ídolos en nuestro corazón, somos como la casa de Judá bajo Ezequías, nuevamente consagrados al Señor para acercarnos en el nombre y el rico sacrificio. de Jesús.

Tú eres el autor y consumador, el medio y el fin, la suma y sustancia de todo consuelo para tu iglesia, tanto militante como triunfante, por la paz aquí y la gloria en el más allá. ¡Granizo! bendito Jesús! Te amaré, oh Señor, fortaleza mía; tú eres mi cántico de gozo todo el día, porque tú eres mi salvación.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad