(4) Y él le dijo: ¿Por qué, siendo hijo del rey, te inclinas de día en día? ¿No me lo dirás? Y Amnón le dijo: Amo a Tamar, la hermana de mi hermano Absalón. (5) Y Jonadab le dijo: Acuéstate en tu cama, y ​​enferma; y cuando tu padre venga a verte, dile: Te ruego que mi hermana Tamar venga, y me dé de comer, y Prepara la carne delante de mis ojos, para que la vea, y la coma de su mano.

(6) Amnón se acostó y se enfermó; y cuando el rey vino a verlo, Amnón dijo al rey: Te ruego que dejes que venga Tamar, mi hermana, y me haga un par de tortas delante de mí. para que pueda comer de su mano. (7) Entonces David envió a su casa a Tamar, diciendo: Ve ahora a la casa de tu hermano Amnón y prepáralo. (8) Tamar fue a la casa de su hermano Amnón; y fue acostado. Y ella tomó harina y la amasó, e hizo tortas delante de él, y horneó las tortas.

(9) Y ella tomó una cacerola y los derramó delante de él; pero se negó a comer. Y Amnón dijo: Aparta de mí a todos los hombres. Y todos salieron de él. (10) Y Amnón dijo a Tamar: Trae la carne a la cámara para que yo coma de tu mano. Y Tamar tomó las tortas que había hecho y las llevó a la cámara a Amnón su hermano. (11) Cuando ella se los llevó para comer, él la tomó y le dijo: Ven, hermana mía, acuéstate conmigo.

(12) Y ella le respondió: No, hermano mío, no me fuerces; porque en Israel no se debe hacer tal cosa; no hagas tú esta locura. (13) Y yo, ¿adónde haré que vaya mi vergüenza? y tú serás como uno de los necios en Israel. Ahora pues, te ruego que hables al rey; porque no me negará a ti. (14) Pero él no quiso escuchar su voz, sino que, siendo más fuerte que ella, la forzó y se acostó con ella.

No creo que sea necesario hacer un comentario extenso sobre lo que aquí se relata. Forma el mismo tema melancólico de la ruptura de nuestra naturaleza corrupta y caída, solo diversificada de acuerdo con las diversas pasiones de diferentes hombres. ¡Lector! Nunca se ha reflexionado todavía por completo, ni tal vez nunca de este lado de la tumba, qué veneno mortal fue infundido en la naturaleza humana por la mordedura de la serpiente en la caída.

Y por lo tanto, por la misma causa, nunca hasta entonces se conocerá completamente el remedio infinito que nos procura la Persona y Oficios del Señor Jesucristo. ¡Qué ejemplo tan terrible es aquí de un plan diabólico y profundamente arraigado, por parte de un hermano contra la castidad de su propia hermana!

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