(12) Entonces David dio una orden a sus jóvenes, y los mataron, y les cortaron las manos y los pies, y los colgaron sobre el estanque en Hebrón. Pero tomaron la cabeza de Is-boset y la enterraron en el sepulcro de Abner en Hebrón.

¿No sirve la justa decisión y juicio de David sobre esos asesinos para recordarnos la terrible sentencia que Jesús, estamos seguros, dictará un día a los impíos, cuando serán expulsados ​​de su presencia con destrucción eterna? Es un pensamiento terrible, pero debe mantenerse vivo en el recuerdo, que el muy misericordioso nombre de Dios como Jehová Alehim; es decir, Jehová en Pacto con su pueblo por Cristo, está tan solemnemente comprometido como el denunciante de la ira, como en las promesas del pacto de redención.

Jehová a la diestra de Adonai (el Señor del creyente y el apoyo) herirá a los reyes en el día de su ira. Salmo 110:5

REFLEXIONES

La muerte repentina e inesperada del hijo de Saulo, mientras sueña con un reino terrenal, puede servir para proporcionar, tanto al lector como al escritor, una reflexión importante sobre la llegada segura, pero incierta, de nuestro fin último. Hay una sola seguridad contra el mal de ese día; y esto es, un interés en su sangre y justicia, quien con su muerte venció a la muerte y con su resurrección aseguró la resurrección de su pueblo.

Esa escritura preciosa, preciosa, es un lema que debe llevarse en el pecho de los fieles y fijarse en los caracteres más grandes sobre los sofás de los creyentes; Cristo fue ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos; ya los que le esperan aparecerá por segunda vez, sin pecado, para salvación. Así, encontrarse en Cristo es encontrarse en paz ante él. Y en este caso, la muerte súbita es gloria súbita.

¡Lector! si Jesús es tu esperanza, tu confianza, tu confianza, tu roca, nunca podrás ser movido. Porque, ¿cómo puede estar desnuda el alma que tiene a Cristo mismo por cubierta? Sé (dice Pablo) en quién he creído; y estoy convencido de que podrá guardar lo que le he encomendado para ese día. Pablo no sabía qué día podría ser; pero todos los días lo buscaba. Protesto (dice él) por tu regocijo que tengo en Cristo Jesús Señor nuestro, cada día muero.

¡Bendito Pablo! ¡Qué feliz ajuste de cuentas hizo con él! Y qué seguridad se fundó en él. ¡Lector! que tú y yo tengamos a Jesús siempre a la vista; pongamos a este precioso Redentor siempre delante de nosotros; y dependamos de ello, viviendo de él y confiando plenamente en él, por su sangre expiatoria y su justicia justificadora, nuestra partida será en paz, aunque se dé la señal de nuestra mudanza sin previo aviso. Es sólo cerrar los ojos del cuerpo a este mundo, y el alma los abrirá en gloria. Bienaventurado (dice Jesús) aquel siervo a quien su Señor, cuando venga, lo encuentre haciendo así.

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