El Capítulo termina con el juicio de los hijos de Ammón; y solemne. Cuando el Señor llega a contar con sus enemigos, ¡cuán tremendos son sus juicios!

REFLEXIONES

¡LECTOR! perderemos la belleza de esta escritura solemne, y pasaremos por alto los intereses que nosotros mismos tenemos en ella, si no contemplamos al Señor de los ejércitos llamando así a las naciones a rendir cuentas por su odio hacia Cristo y su pueblo. Todo fue por cuenta de Cristo que comenzó su odio. En todas las épocas de la Iglesia, esta amargura de lo carnal se ha manifestado contra la herencia y los escogidos del Señor. Comenzó en el corazón de Caín, contra Abel, totalmente por este motivo: Ismael se burló de Isaac; Esaú aborreció a Jacob, y así la simiente de la Serpiente mostró sus dientes mortales contra la simiente de la Mujer y su descendencia.

¡Qué terrible consideración es! ¡Y qué terribles consecuencias trae consigo! ¡Lector! en ausencia de evidencias más altas, esta no es poca, para traer consuelo a un hijo de Dios; Me refiero a su amor por Sion. Si me olvido de ti, oh Jerusalén, (dijo uno de los antiguos), ¡que mi diestra olvide su astucia! Si no me acuerdo de ti, que se me pegue la lengua al paladar; sí, si no prefiero Jerusalén a mi principal gozo.

¡Lector! ¿Puedes adoptar este idioma? Es Jesús y su Iglesia; Jesús y sus miembros, ¿eres querido? Si es así, lleve consigo la cómoda seguridad del amado Apóstol en su testimonio de la vida divina, y diga con la misma confianza que dijo; sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos.

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