REFLEXIONES

¡LECTOR! Fuimos llamados en el último Capítulo, a gritar con cánticos de santo gozo, al contemplar al Señor, nuestro gran y glorioso Redentor, de pie con su Iglesia, en el Monte Sión, rodeado con su ejército: y aquí somos nuevamente llamados, para gritar con la Iglesia, al contemplar al pueblo de Dios, que ha obtenido la victoria sobre la bestia, y sobre su imagen, y sobre su marca, de pie sobre el mar de vidrio mezclado con fuego, cantando el cántico de Moisés y el Cordero. ! ¡Oh! ¡La felicidad cuando, con un corazón renovado, regenerado por la gracia, podemos cantar las alabanzas de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz maravillosa!

Y ya contemplamos la victoria segura sobre el infierno, y todas las horribles herejías que abundan, a la vista de los ángeles que salen de la Iglesia de Dios, con sus copas de la ira de Dios, para derramar sobre ellos. Toda religión falsa, todo ídolo y abominación se hundirá bajo la terrible plaga que se derramará sobre ellos. El hombre de pecado, ese misterio de iniquidad, que aún actúa, será destruido; y al maligno, tanto de Oriente como de Occidente, el Señor lo consumirá con el Espíritu de su boca y lo destruirá con el resplandor de su venida.

Vemos a los siete ángeles saliendo del templo. Los contemplamos armados con las siete copas de oro, llenos de la ira de Dios. Y, por fe, contemplamos la gloria de Dios que seguramente seguirá, cuando comiencen su espantosa visitación. ¡Señor Jesus! Arma a tus redimidos con gracia, y fortalécelos con poder, para que den su testimonio contra las terribles abominaciones del día. Y, ¡oh! por la gracia de mirar, detenerse y ver la salvación de nuestro Dios. Por un tiempo más, y la herejía anticristiana de Occidente y el falso profeta de Oriente, ambos dejarán de existir; y la verdadera Iglesia de Cristo los verá, con el dragón, todos arrojados vivos al lago de fuego y azufre, y nunca más acosarán y afligirán a la Iglesia. Aun así: ¡Amén!

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