REFLEXIONES

Me parece que esperaría en silenciosa y humilde adoración, mientras mi Dios y Salvador abre los sellos uno a uno, para dar a conocer a su Iglesia los misterios de su reino. Y mientras escucho la voz de invitación, ¡ven a ver! ¡Oh! porque el Señor que llama a dar gracia también para oír, para que yo pueda entender las profecías de nuestro Dios.

¡Precioso Señor Jesús! ¿No eres tú a quien veo, yendo sobre el caballo blanco coronado de victoria, conquistando y para vencer? Y no te oigo decir, y mi alma responde alegremente a lo mismo; En cuanto a los que no quieran, reinaré sobre ellos, los traeré acá y los mataré delante de mí. Sí, Señor, el caballo rojo de sangre, y el caballo negro del hambre, y el caballo pálido o la muerte, con el infierno en la retaguardia, son adecuados para seguir en la ejecución de tus juicios.

Bendigo a mi Dios por desplegar a su Iglesia, la preciosa vista de las almas bajo el Altar, suplicando al Señor, que venga su sangre sobre sus enemigos. ¡Que pueda aprender muchas lecciones dulces aquí! Y cuando en cualquier momento, estoy impaciente con los ejercicios, esperando respuestas a la oración, aquí puedo mirar hacia arriba y aprender cómo explicar todas las dificultades aparentes. Si Jesús les difirió la respuesta, ¿cómo me quejaré? Aquí descubro que la demora no es negación.

Hay un tiempo establecido para favorecer a Sion. Y aprende, alma mía, una lección aún más dulce. La sangre de Abel pedía venganza. Los mártires de mi Dios suplican ser vengados. Pero la sangre de Jesús por misericordia. ¡Oh, qué pensamiento para consolar a un pobre pecador!

¡Señor! ¡Qué terrible relato con el que cierra este Capítulo, de esos apóstatas bajo el sexto sello, y de todos los demás que niegan la Deidad de Cristo, y hacen que incluso el sol, la luna y las estrellas se sonrojen por su repugnante ingratitud! Seguramente su juicio es justo. Porque ¿a quién pueden buscar la salvación, mientras niegan su poder, quién es el único que puede salvar? ¡Piensa entonces mi alma en tu seguridad y felicidad, al tener a Cristo como tu porción! Precioso Señor Jesús, di a mi alma: No temas, ¡Yo soy tu salvación!

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