REFLEXIONES

¡LECTOR! Te encomiendo que lleves contigo las evidencias que surjan de este Capítulo, a favor de Jesús y su salvación. Seguramente el Predicador pretendía, con esta manera de predicar, al mostrar negativamente lo que no son los placeres humanos y la sabiduría humana, proclamar lo más alto posible lo que son Cristo y sus gracias. Porque si todo menos Cristo es vanidad; y Cristo mismo sea el principal, el único, el bien sustancial; qué método más feliz ha adoptado el sabio, apelando así a la experiencia de la humanidad, bajo los diferentes caracteres de la misma, que es sólo Jesús quien puede hacer que los que le aman hereden la sustancia y llenen sus medidas.

¡Mi alma! deténgase sobre la cuenta. Mire el mundo como es ahora, así como en los días de Salomón como era entonces. ¿Qué persigue la generalidad, es más, la gran mayoría del mundo? ¿Cómo están comprometidos los hombres en todas partes a tu alrededor? Sea lo que sea su caso; sin embargo, ¿no están todos, cualquiera que sea la forma en que se dirijan sus diferentes propósitos, ocupados en hacer provisión para que la carne satisfaga sus deseos? Márcalos tranquilamente.

Contempla a todos y cada uno. Y imagínate a ti mismo, lo que de hecho no es una figura, sino la realidad. He aquí lo que está sucediendo continuamente en terrible cumplimiento; uno aquí y otro allá, por quien se oye esa voz: ¡Necio, esta noche se te pedirá el alma!

¡Precioso Jesús! desde tales puntos de vista, ¡oh, concédeme que mi alma se vuelva hacia ti! Dame tiempo para ver y conocer tu valor; y día a día ir dejando todos estos placeres huecos y engañosos, para el goce del Bien Supremo. ¡Oh! déjame conocerte para vivir de ti, para vivir para ti y para regocijarme en ti, como mi porción. Y tú, amado Señor, te manifiestas a mi alma, en toda la plenitud, dulzura y conveniencia de tu amor y favor, para que el amor de todas las excelencias de las criaturas muera en mi estima.

Sea el lenguaje de mi alma: ¿A quién tengo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti no hay nadie en la tierra que desee. Mi carne y mi corazón desfallecen, pero tú eres la fuerza de mi corazón, y tú eres mi porción para siempre.

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