(12) Y volvió Mardoqueo a la puerta del rey. Pero Amán se apresuró a ir a su casa en duelo y con la cabeza cubierta.

¡Lector! observe, y observe de cerca, los diferentes efectos que se produjeron en las mentes de esos dos hombres. Mardoqueo no estaba contento: no se apresuró a ir al Rey después de su ascenso. No buscó que se revocara el decreto para la destrucción de él y de la gente; tampoco buscó vengarse de Amán. No, su causa estaba en buenas manos, las manos del SEÑOR; el que creyere, no se apresure, porque no es necesario.

Por otro lado, Amán, herido hasta la muerte, siente todo ese orgullo mortificado que puede sentir: pero ninguna gracia de arrepentimiento, ningún dolor, ningún remordimiento por la infamia de su conducta, solo por su decepción. ¡Y lector! ¿Puedes desear una evidencia más fuerte que la que esto proporciona, de que hay, debe haber toda esta diferencia entre la gracia y la naturaleza? Por qué fue así dirigida la naturaleza de Mardoqueo, pero porque la gracia la había obrado en él. Y por eso Amán todavía se apresura a arruinar, pero por la malignidad de su propia mente.

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