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Así como el fundamento de la Iglesia fue en milagros, así cada etapa posterior en el edificio se lleva a cabo con creciente asombro hasta que la piedra superior se presenta con gritos de gracia, gracia, hacia ella. Habiendo llevado a Israel al desierto, al sureste de Egipto, el faraón, como el Señor le había advertido a Moisés, los persigue con un poderoso ejército. Este capítulo relata el interesante relato de esta búsqueda.

Los israelitas están encerrados por todos lados y, según los cálculos humanos, no hay forma de escapar. El Señor les abre un nuevo camino. Israel es liberado; los egipcios son destruidos; y el efecto producido en la mente de los israelitas es sorprendentemente expresivo de agradecimiento.

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