REFLEXIONES

QUÉ triste catálogo de pecados y transgresiones ha acusado aquí el Profeta a Jerusalén. Seguramente leerlo es como el rollo de Ezequiel escrito con Lamentaciones, y lamentos y ay. ¡Lector! ¡Qué espantoso estado de degeneración es el corazón del hombre capaz de caer! ¡Qué consideración aún más terrible es que este es Israel de quien están escritas estas cosas!

¡Precioso, precioso Señor Jesús! ¡Qué alivio es para las almas de tu pueblo, la consideración de tu santidad y tu salvación consumada! ¿No lo sabías, querido Jesús? cuando emprendiste la redención de nuestra naturaleza, ¿qué naturaleza contaminada y pecaminosa era y sería? ¿Y no se enfrió tu amor al contemplar tanta vileza? ¡Oh, no! Sabía (dijiste) que actuarías con mucha traición, y fui llamado transgresor desde el vientre.

Y es que todo esto y lo peor, no detuvo el funcionamiento de tu compasión; antes bien, te hizo anhelar el cumplimiento del tiempo, cuando debías emprender tu gran obra, para buscar y salvar lo que estaba perdido. Seguramente entonces, bendito Señor, todavía tendrás compasión de las criaturas pobres, miserables, perdidas y destruidas de tu gracia y misericordia; y salvarás a los pecadores de tu Jerusalén de todas sus inmundicias y de todos sus ídolos. Sí, Señor, les darás un corazón nuevo, y pondrás dentro de ellos un espíritu recto. Tú serás su Dios y ellos serán tu pueblo. Aun así, amén.

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