REFLEXIONES

¡LECTOR! Antes de centrar nuestra atención en este precioso Libro de Dios, doblemos juntos la rodilla y miremos unidos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, por todas nuestras misericordias en Cristo. ¡Qué tesoro invaluable, el Espíritu Santo ha dado aquí a la Iglesia, en esta bendita porción de su santa palabra! ¡Oh! ¡Qué preciosas vistas de Cristo! ¡Oh! ¡Qué estímulo y consuelo hay en él para todo su pueblo! Señor Espíritu, haz tú, con misericordia rica, gratuita y soberana, todo el sabor de Cristo; que está en él, una palabra injertada que puede salvar el alma.

¡Pablo fiel! has registrado fielmente, bajo el fin del Señor, esta dulce Escritura. El Señor te tuvo por fiel, poniéndote en el ministerio. Y la Iglesia encuentra motivos para bendecir a un Dios fiel por tu fidelidad, en tu predicación y en tus escritos. Has encontrado la bienaventuranza desde hace mucho tiempo, de los dos grandes puntos, que en los días de tu peregrinaje anhelabas: ganar a Cristo y ser hallado en Él: Y todos los fieles en Cristo Jesús buscan lo mismo para su porción. . ¡Bendito Maestro de Pablo! da a cada uno de tus gracias, para ganarte, y así ser hallado en ti aquí por fe, para que, dentro de poco, toda tu Iglesia unida, pueda vivir en ti en gloria para siempre. amén

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