Y llamó el nombre del SEÑOR que le hablaba: Tú Dios me ve; porque dijo: ¿He mirado yo también aquí al que me ve?

No es más que poner señales de alabanza, donde Dios ha puesto estandartes de amor. ¡Lector! Ora, haz una pausa sobre este versículo. Entonces recuerda, que el mismo ojo que miró a Agar, te mira a ti, a mí, a todos. Un Dios omnipresente debe ser un Dios que todo lo ve. ¿Y es verdad que el ojo de Jesús está sobre mí? Seguramente entonces será sobre mí para siempre. Porque aunque mis pecados secretos están a la luz de su rostro; sin embargo, ¿no ve también mi dolor por ellos, mi angustia debajo de ellos y mi deseo de ser liberado de la culpa y el dominio de ellos? Precioso Redentor! ¿Cómo debería el sentido de estas cosas hacer que tu sangre y tu justicia se hagan querer en mi alma?

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