REFLEXIONES

¡Oh! la misericordia distintiva, a la cual, por la venida de nuestro Señor Jesucristo, es llevada la Iglesia, al intercambiar un santuario mundano y ordenanzas carnales; por las manifestaciones abiertas de gracia, en la Persona, obra, derramamiento de sangre y rectitud de nuestro adorable Sumo Sacerdote, quien es la suma total y sustancia de todo lo bendito; y habiendo obtenido por su propia sangre la redención eterna para nosotros, está puesto a la diestra de la Majestad en las alturas.

¡Precioso Señor Jesús! Tú eres en verdad el Testador del Nuevo Testamento en tu sangre. Has asegurado todas las bendiciones del Nuevo Pacto a tu pueblo. Y bendito sea el Espíritu Santo, en su Persona, Deidad y Ministerio, por toda su enseñanza divina, tanto de la antigua Iglesia, en tipo y figura; y la nueva dispensación, en suma y sustancia; y todo de Cristo Jesús.

¡Señor Jesus! Deja que tu dulce cena refresque para siempre las almas de tus redimidos, en la celebración del Nuevo Testamento en tu sangre. Sea un banquete continuo en ese único sacrificio todo suficiente, por el cual has perfeccionado para siempre a los santificados. ¡Oh! Deja que la conciencia de tu aparición continua por nosotros, en la presencia de Dios, mantenga viva nuestra alma, en la expectativa de tu venida, para que podamos buscarte por segunda vez, sin pecado para salvación.

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