El cual, al ver a Pedro y a Juan a punto de entrar en el templo, pidió una limosna. (4) Y Pedro, fijando sus ojos en él con Juan, dijo: Míranos.

El pobre no tenía conciencia de estar curado de su cojera, y solo pidió el fin para la provisión del cuerpo. El pecador lisiado, de la misma manera, hasta que se vuelva sensible por la gracia de la bendición de la curación, no tiene aprensión de cura alguna para la cojera del alma. Ambos, en esos casos, son iguales.

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