REFLEXIONES

¡LECTOR! ¿Te ha sorprendido alguna vez, cuando en algún momento examinando los juicios de Dios sobre una tierra culpable, como se establece en este capítulo, cuán terrible debe ser el estado de aquellos a quienes el Señor designa para la corrección de su pueblo? Al igual que los asirios de los que se habla aquí, toda esta descripción solo tiene el encargo de corregir, no de destruir. Están por las riendas del Señor en sus mandíbulas, pero son los ministros más bondadosos del bien y no del mal.

Y si los hijos de Dios tenían la luz suficiente durante la hora oscura, para ver los límites de su cadena, cuán diferentes serían sus puntos de vista del pueblo de Dios y del amor divino al enviarlos. Sin embargo, no quieren decir eso, ni su corazón lo cree así, porque su deseo es destruir: pero Jesús designa, pasa por alto, regula, restringe y realiza sus benditos propósitos en todos. ¡Qué dulce pensamiento!

¡Mi alma! ¡Bendice a tu Señor por esta escritura tan preciosa! El remanente de Israel todavía está en la tierra. Está en medio de mucha gente, como el rocío del Señor, como las lluvias sobre la hierba. Ocúpate, alma mía, de que tienes las marcas de la gracia escritas aquí: No permanecen más sobre el que las golpeó. No buscan la salvación de un brazo de carne. Tus falsas confidencias y tus falsos apoyos te han traspasado demasiado a menudo, como las cañas de Egipto, mi alma de muchos dolores.

Ciertamente no miras más las obras de tus manos, ni les dices: Vosotros sois mi dios; ¡Porque sólo en Jesús el huérfano encuentra misericordia! Asegúrate de que ahora estés finalmente, total y completamente regresado, entre el remanente de Jacob, al Dios poderoso de Jacob, y permanece en verdad en el Señor, el Santo de Israel. ¡Oh! por la gracia de llamar a los cielos ya la tierra por testigos, que Él, y sólo Él es el Cristo de Jehová, es tu Cristo; y escogido del Padre, escogido tuyo: para que nunca seas confundido ni avergonzado, por los siglos de los siglos.

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