Qué cierre tan hermoso y sorprendente se hace en este versículo a todo lo anterior. Si el hombre no es nada, sí, peor que nada, tan lleno de terror y tan expuesto al miedo, ¿quién pondría alguna confianza en él? Su vida es vapor: su aliento está en su nariz. ¡Cesa, cesa de él! Mira a Jesús.

REFLEXIONES

¡LECTOR! ¡Mire la belleza y la hermosura de la iglesia del evangelio! He aquí cómo, siglos antes de que fuera establecido, el profeta lo expuso. Y vea ahora cómo exactamente la iglesia de Jesús llega a su descripción. En su gran y omnipotente Autor y Fundador, he aquí cómo es y cómo se ha establecido. Y aunque en el día de hoy, parece Sion, y en verdad languidece, sin embargo, Cristo nunca ha estado, ni estará jamás, sin una simiente que le sirva, y una iglesia donde su nombre sea bendecido.

¿No deberíamos subir a este monte de la casa del Señor? ¿No deberían todos estar realmente ansiosos por decir con la iglesia antigua: Nuestros pies estarán en tu puerta, oh Jerusalén? ¡Precioso Señor Jesús! Inclina nuestras almas a buscarte, nuestros corazones a amarte y nuestros mejores afectos a fijarse en ti. ¿No nos enseñarás tú, Señor, tus caminos, y nos harás andar por tus sendas? ¡Lector! No cerremos este dulce capítulo antes de haber aprendido de él, bajo la enseñanza divina, a valorar correctamente la nada del hombre y la excelencia del Señor.

¡Precioso Jesús! Quisiera yacer en el polvo ante ti: convencido de que no soy nada y de que no puedo merecer nada, mis ojos estarán hacia ti, Señor, para todo lo que necesito y para todo lo que pueda requerir, por gracia en esta vida. y gloriarse en lo que ha de venir. Señor, dejaría de ser hombre: dejaría de ser yo: dejaría de todo aquello en lo que se pudiera suponer la confianza. Te ruego, querido Señor, que me des confianza en ti. Oh, por la gracia de cantar ese cántico, y sentir su poder salvador en mi corazón: ¡El Señor es mi fuerza y ​​mi cántico, y tú eres mi salvación!

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