REFLEXIONES

¡Mi alma! mientras lees las cargas de los demás, no pases por alto las tuyas: pero si Jesús, el todopoderoso portador de cargas, te ha quitado la culpa y el dominio del pecado; mientras alabas su nombre por la inefable e inmerecida liberación, ¡todavía recordarás el ajenjo y la hiel!

¡Oh! ¡Cuán irritante era la carga del pecado, y cuán llena de horrores la aprehensión de las terribles consecuencias de ello, antes de que Jesús fuera revelado, como quitando el pecado por el sacrificio de sí mismo! Y ahora, Señor, ¡cuán bienaventurado es ver que has llevado nuestros pecados en tu propio cuerpo sobre el madero, cuando moriste, el justo por los injustos, para llevar a los pecadores a Dios! Por eso, bendito Jesús, ahora te traería todos mis pecados y todos mis dolores; porque has dicho: Echa tu carga sobre Jehová, y él te sustentará. Sé, Señor, que tú me apoyarás con bondad y misericordia, y me sostendrás debajo de todo; y sabe, Señor, que por tu gracia ayudándome, seré más que vencedor en y a través de todo.

Jesús me levantará, me llevará y me llevará a través de todo lo que todavía pertenece a mi peregrinaje aquí abajo, hasta que me lleve a casa a su reino eterno, para llevarme en los brazos de su amor por siempre.

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