REFLEXIONES

¡Mi alma! aprende de las transgresiones de Jerusalén, y del dolor de Jerusalén, cómo formarte conceptos adecuados de tu indignidad y del castigo del Señor de tus pecados. Ciertamente, como en un espejo, puedes contemplar tus rasgos y aprender de ambos las dulces instrucciones de tu Dios. Bien puedes retomar el lenguaje del Apóstol y decir, ¿qué, pues, somos mejores que ellos? No, de ninguna manera; porque ha probado que tanto judíos como gentiles están todos bajo pecado.

¡Bendito Cordero de Dios! eres tú, y sólo tú, el que lleva la carga de los pecados de tu pueblo, y los has quitado con tu sangre. ¡Oh! por gracia para verte como la única causa del amor perdonador de Jehová, habiendo hecho nuestra paz con la sangre de la cruz. Y ¡oh! por gracia para suplicar en ti y por ti todas las bendiciones del pacto prometido a Abraham, para que ningún rostro de la verdadera simiente de Israel se ponga pálido.

En ti, bendito Jesús, serán benditas todas las naciones. Fuera de ti, no puede haber bendición; pero en ti abundan todas las bendiciones para la simiente de Jacob. Viva mi alma en ti y en tu plenitud, y todos los redimidos santifiquen tu nombre, santifiquen al Santo de Jacob y tema al Dios de Israel.

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