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El tema parece continuar a lo largo de este capítulo, que atrajo la atención del profeta en el primero. El pueblo es reprendido por sus transgresiones, y se habla del consiguiente desagrado del Señor.

Isaías 3:1

El profeta abre este capítulo señalando las consecuencias del pecado. El pan y el agua, víveres comunes, serán quitados al pueblo; y lo que tiende a agravar esta angustia es que la mano del Señor se ve en él, y sabrán que es el castigo del Señor. ¡Hay algo verdaderamente horrible en esto! Las aflicciones de todo tipo a nuestra pobre naturaleza caída son pesadas; pero si vienen con una comisión especial del Señor, el Señor los ha enviado; tienen una amargura diez veces mayor en ellos.

Le ruego al lector que marque conmigo, el sentimiento especial, en este verso. El primer nombre del Señor está en minúsculas, lo que significa Adonai, uno de los nombres más conocidos de Cristo, en sus personajes de oficio, como Mediador; la estancia y el apoyo de sus redimidos. El segundo nombre del Señor está en letras mayúsculas, el conocido e incomunicable nombre de Jehová. ¡Bendito Jesús! Cuán deliciosa es la consideración, bajo todas las transgresiones de tu pueblo, de que el pan de vida y el agua de vida no son quitados.

Lector, te encomiendo a tu corazón y al mío, que recuerdes siempre, que Cristo, el primer y mejor regalo de nuestro Padre, nunca es quitado. Jesús es dado a la iglesia, para que lo tenga y lo sostenga para siempre. Gracias a Dios por su don inefable.

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