REFLEXIONES

¡Bendito Señor! rebelde como soy, e indigno de la más pequeña de tus misericordias, sin embargo, Señor, por causa de tu propio gran nombre, deja que mi cubierta sea la cubierta de tu

Espíritu; y que nunca busque la fuerza de los egipcios de este mundo, en un brazo de carne, o las falsas confianzas del corazón. ¡Oh! precioso Señor Jesús! sé tú mi fuerza y ​​salvación, y mi ayuda segura en todo momento de necesidad. Y deja que esa dulce promesa tuya me detenga eternamente; el Señor espera ser misericordioso; espera, no sólo para dar la misericordia en el mejor momento, sino para preparar a su pueblo para el mejor y más oportuno disfrute de ella.

Sea este mi caso, oh Señor. Prepárame para la verdadera aprehensión de ti mismo y de todas tus misericordias. Y cuando mi Señor haya hecho lugar en mi pobre alma para sí mismo, expulsando cualquier otro pensamiento y afecto; entonces, que mi Dios y Salvador, venga y tome toda la posesión, y reine y gobierne allí, el Señor de vida y gloria.

¡Señor más misericordioso! ¿Cómo debería alabarte mi alma por tu misericordia para con Sion, en la hora presente? que en medio de todo el estado languideciente de tus Iglesias, todavía eres misericordioso al preservarnos nuestras ordenanzas. Sí, Señor, no has quitado nuestro candelero de su lugar, como lo merecieron nuestras rebeliones. Nuestros sábados, todavía disfrutamos. Tu santa palabra aún está en nuestras casas. Nuestros profesores no están encerrados en un rincón. ¡Oh! por la gracia de ver nuestras misericordias y ¡oh! Para el

¡La bendición del Señor sobre ellos, para que en verdad nos sean devueltos y nuestras almas sean bendecidas al usarlos! Pero, oh Señor, ¿no hay motivo para temer que, puesto que, en el día de hoy, la luz de la verdad del evangelio, comparada con tiempos pasados, sea como la luz de siete días en uno? Si la nación sobre la que se invoca tu nombre ama más las tinieblas que la luz, porque sus obras son malas, ¿que tu indignación, como se expone en este capítulo, arderá como una llama devoradora? ¿No hay razón para temer que el Señor ponga freno a las fauces del pueblo y lo haga errar? Y si persisten en despreciar a este Cristo, y no les gusta retener a Dios en su conocimiento: ¿el Señor los entregará a una mente reprobada? ¡Dios Todopoderoso! Al leer tus juicios, mezclados con misericordia, me regocijaría en verdad, pero me regocijaría con temblor.

¡Oh! da a mi alma canciones en la noche. La hora actual es una hora que necesita tales misericordias. Tú, Señor, las impartes a tu pueblo, como en los días de antaño. Y ahora, mientras tu Iglesia permanece como sobre un mar de vidrio, sea el cántico de Moisés y del Cordero el cántico de todos tus redimidos: ¡Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso! justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos.

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