REFLEXIONES

¡Señor! ayuda tanto al que escribe como al que lee, a atender tu llamado; y mientras Jehová está proclamando acerca de su amado Hijo; y describiéndolo como un Salvador bendito; ¡Oh, por la gracia de responder con hosannas, bendito sea el que viene en el nombre del Señor! Sí, Señor, de rodillas, en transportes de regocijo, oraríamos pidiendo gracia para recibir al siempre bendito Jesús como la primera, mejor y más completa de todas las bendiciones del Padre: y para hacer uso de Cristo, como el Padre. ha destinado a nuestra salvación; y su gloria!

Te bendecimos, Señor, por presentar así a Jesús a la Iglesia. Él es, en verdad, todo lo que es hermoso en sí mismo y todo lo que es misericordioso para su pueblo. Él es manso y tiene salvación; un Salvador pleno y todo suficiente; un Salvador capaz y calificado; un Salvador bondadoso y tierno. Sí, precioso Jesús, tu pueblo te conoce y te ha probado que eres todo esto y más; porque nunca, en ningún caso, has roto la caña cascada o apagado el pábilo humeante.

Pero mientras te alabamos, Padre Todopoderoso, por lo que nos has dicho acerca de nuestra gloriosa Cabeza, y por nuestro estímulo para venir a él, todavía encontramos motivos para bendecirte aún más, por lo que le has dicho por nosotros. y como nuestra cabeza de pacto; que él es tu elegido, en quien, como Fiador y Mediador de la Iglesia, se deleita tu alma. ¡Oh, la bendita certeza de que Jehová se complace por amor de su justicia! ¡Oh, la inefable felicidad, que

Cristo, en nuestra propia naturaleza, ha magnificado la ley y la ha hecho honorable. Y oh, esperanza bien fundada, que como Cristo es dado por nuestro Dios y Padre, como pacto del pueblo, y aceptado como tal; todo su pueblo debe encontrarse en él, ser aceptado en él; y mantente asegurado en él para siempre, de toda posibilidad de peligro, en vida o muerte, en el tiempo y por toda la eternidad. Recordar; ¡Señor! quisiéramos decir humildemente tu palabra, en la que nos has hecho esperar.

Mira el rostro de tu Ungido, y haz como has dicho: Yo dije: La misericordia será edificada para siempre, son tus propias palabras, oh Señor; y por tanto, como juraste a nuestro David, así sea establecida su descendencia para siempre, y edificas su trono por todas las generaciones. ¡Bendito sea Dios por Jesucristo! Amén.

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