REFLEXIONES

¡LECTOR! ¡Quédense quietos y vean la salvación de Dios! He aquí, como establece este Capítulo con la mayor bendición, de quién viene esa salvación; por quién se realiza; en quien se encuentra solo; ya quien resulta toda la gloria. El cántico del cielo y el himno de la iglesia en la tierra están ambos sintonizados con la misma nota: A Jesús se le da la alabanza, porque fue inmolado, y con su sangre nos redimió para Dios.

Pero ¡oh! En medio de esta grata seguridad, ¡qué doloroso es pensar que ni la conciencia de la gracia libremente entregada, en todo lo pasado, ni la continuidad de la gracia en todo lo presente, ni todas las esperanzas y expectativas de la gracia para todo lo que está por venir! ; se encuentran suficientes en sus súplicas persuasivas, para mantener viva en el alma, la obediencia y la dedicación del corazón al Señor. Tú sabes, Señor, que tus hijos serán transgresores desde el seno materno; pero esto no impidió que tus entrañas de amor nos añoraran en nuestro estado perdido.

¡Precioso Jesús! sé tú todavía para nosotros Jesús. Señor, enséñanos a sacar provecho; guíanos por el camino que debemos andar; y haz que, en medio de toda nuestra indignidad, tu gracia nunca se aparte de nosotros; sino guárdanos por tu omnipotencia mediante la fe para salvación. Y mientras que para los impíos no hay paz; Danos esa paz en ti y en tu justicia, manteniendo el corazón y la mente en Jesucristo. Amén.

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