REFLEXIONES

¡Mi alma! aprendan, de este capítulo bendito, a formarse una estimación correcta de la partida de los fieles. Entran en reposo. Son quitados del mal que vendrá. Y en la medida en que el estado de reposo supera el trabajo y la angustia; un estado de santidad, el de la tentación; y la victoria es mejor que el conflicto; De tanto deben alegrarse los creyentes, cuando las almas de los fieles entran en su reposo en Jesús. Preciosa a los ojos del Señor es la muerte de sus santos.

¡Pero qué estado tan espantoso, como se describe aquí, es el del pecador no reclamado! ¡Y qué cerca melancólica de una vida de pecado y vanidad, debe ser una partida bajo la aflicción del espíritu! Alma mía, no entres en su secreto; a su asamblea, honor mío, no te unas.

De tales visiones de las horribles vidas, y más tremendas muertes, de los pecadores que no han despertado, alma mía, vuelve tus pensamientos a contemplar las maravillas de la gracia, registradas en este capítulo, concernientes a ese Alto y Sublime, que habita la eternidad, cuyo nombre es Santo. ¡Oh! ¡Que la gracia conozca, sienta, disfrute, la bienaventuranza aquí prometida! ¡Señor! Yo diría, haz lo que has dicho. Haz que mi alma, por tu gracia, sea adecuada para ti; y luego ven y habita en mí, ven y revíveme; ven y consuélame, para que se regocijen los huesos quebrantados por el pecado.

Bendito sea mi Dios, tú a la verdad has herido por el pecado, y has sanado. Dios el Espíritu Santo ha convencido del pecado; y es el mismo Dios el Espíritu Santo que ha convencido de la justicia de Jesús. ¡Sí, Señor! eres tú quien ha creado verdaderamente el fruto de los labios, y has formado mi corazón de nuevo en Cristo Jesús. Y a quien, sino a mi Dios, en las riquezas de su gracia soberana, atribuiré la alabanza de que, mientras que a las corrupciones no sometidas de los pecadores, no puede haber nada más que angustia, horror y tempestad como el océano revuelto; Tengo paz con mi Dios, por Jesucristo nuestro Señor. ¡Bendito, bendito sea por siempre Dios por Jesucristo!

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