REFLEXIONES

¡Mi alma! recoja del precepto del Señor, a su siervo el Profeta; no casarse ni mezclarse con las naciones del cautiverio; ¡Cuánto te concierne sentarte al margen y lo más desapegado posible de todas las personas y de todas las cosas que puedan tener la tendencia de atraer tus afectos del Señor! Recuerda que tu Hacedor es tu marido. Y no te dice él, como a la Iglesia antigua, para mí permanecerás muchos días; no te prostituirás, ni serás para otro hombre; así seré yo también para ti.

¡Precioso Señor Jesús! Bendito seas, por tu infinita condescendencia. ¡Oh! dame la gracia de tenerlo siempre presente y recordarlo; dondequiera que esté, o por muy comprometido que esté, en medio de las Babilonias de este estado salvaje, que mi indigencia, Jesús no pasa por alto ni desprecia; pero me guardará durante el cautiverio, y al final me sacará de más que la esclavitud egipcia. ¡Ni en la casa del luto ni del banquete perdería de vista a mi Señor! Y ¡oh! concédeme que siempre tenga la gracia de la fe en ti; que la paz en el camino de Jesús nunca se pierda de vista, no ni por un momento.

Pero ¡oh! sea ​​mi canto constante en esta casa de mi peregrinaje, el Señor vive, que ha traído las almas de su pueblo, del norte y de todas las tierras adonde fueron arrojados; y ahora los trajo a la libertad con la cual Jesús los libera. Sí, habitarán en su propia tierra, incluso en la tierra de Emmanuel, para siempre. Amén.

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