REFLEXIONES

CUANDO leo sobre el estado de pecado en el corazón de Judá, como se indica en este Capítulo: y cuando considero, lo que mi propio corazón dice de lo mismo, y el testimonio de Dios acerca del estado desesperadamente inicuo del corazón de cada hombre por naturaleza. : Mi alma se siente humillada hasta el polvo, y como el leproso del que leemos, me siento obligado a gritar, ¡inmundo, inmundo! Pero oh precioso Jesús, tú que eres la esperanza de Israel y su Salvador, sáname, y seré sano; sálvame, y seré salvo.

Y, alma mía, reflexiona bien sobre la notable diferencia entre la confianza fundada en la sangre del Señor Jesús y la justicia; y esa confianza que está en un brazo de carne. Contempla la bienaventuranza de uno y la terrible maldición del otro. ¡Oh! Bendito Señor Jesús, sé para mí la fuente incesante de vida, salud, fortaleza y confianza; y no sea mi alma como el páramo estéril, que no sabe cuándo vendrá el bien, y como los lugares áridos en el desierto, es decir, como tierra salada deshabitada.

¡Bendito, bendito por siempre el Señor por el sábado, ese dulce día para los hombres! ¡Oh! por la gracia para honrarlo, reverenciarlo, amarlo y santificarlo y santificarlo para la gloria del Señor. Oh, gran Señor del sábado, consérvalo para nuestra nación, para nuestro pueblo; y sé tú el mismísimo sábado de nuestras almas, y nuestra esperanza de gloria para siempre. Amén.

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