REFLEXIONES

Ruego al lector que haga una pausa solemne sobre este Capítulo, y que observe cuán pronto un sentido de los juicios divinos pierde su efecto, a menos que la gracia divina mantenga vivo en nuestros corazones el recuerdo de ellos, con todas sus benditas consecuencias. ¿Quién hubiera pensado que después de una visita tan alarmante, al sacar los ojos del rey y llevarlo a él y a sus nobles al cautiverio, con todo el resto del pueblo excepto los pobres, hubiera surgido la rebelión y el descontento? entre ellos.

Pero así es. No puede haber ningún cambio que no sea lo que hace la gracia. Y mucho es de temer, que si a los miserables en cadenas eternas, bajo la oscuridad al juicio del gran día, se les permitiera una vez más venir a la tierra, sus mentes serían las mismas, y el pecado y la maldad de su naturaleza permanece inalterada. ¡Señor Jesus! da a tu pueblo ese corazón nuevo, y esa mente nueva, en que consiste el nuevo nacimiento: para que por medio de la regeneración estén preparados para el gozo eterno de ti en gloria; ya que tú mismo has dicho, sin él, ¡no podemos ver el reino de Dios!

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