Hawker's Poor man's comentario
Job 19:29
REFLEXIONES
¡LECTOR! ¿Acaso tú y yo no nos sonrojamos, mientras contemplamos a un hombre como Job, en edades tan alejadas del claro sol del evangelio, y abrumado como estaba con tal presión de aflicción, pero profesando una fe tan viva, tan ¡Ardiente, tan fuerte, tan firme e inquebrantable en el Redentor! mientras que nosotros, con todas las evidencias de un Salvador crucificado, resucitado y exaltado, ¡difícilmente podemos a veces mantener una firmeza de alma en Él! ¡Oh! que esta visión del Patriarca pueda ser instrumental, en el pariente Redentor, ¡Sí! Tú, querido SEÑOR, eres en verdad nuestro goel, la mano omnipotente de nuestro SEÑOR el ESPÍRITU, para avivar la fe de ambos y guiar las almas de ambos sobre la persona y obra de nuestro Señor JESUCRISTO; en verdad vives para siempre, porque con tu muerte has destruido al que tenía el poder de la muerte.
Verdaderamente estarás en el último día sobre la tierra. Llegarás a ser glorificado en tus santos y admirado por todos los que creen. Ayúdame, SEÑOR, a vivir cada día, cada hora, en esta fe preciosa, y a estar esperando tu venida, como quien busca lo mejor, su más querido amigo. ¡Oh! el arrebatamiento que irrumpirá en mi alma cuando vea a JESÚS, mi Redentor, como DIOS en mi carne, en mi naturaleza, manifestándose a todo hijo de luz.
Y ¡oh! ¡SEÑOR! concédeme fuerza y gracia en esta bendita esperanza de estar mirando hacia la tumba como a una cámara de reposo; como alguien perfectamente convencido de que me levantaré de nuevo, cuando vengas a llamar a tus miembros, de los lechos y cámaras de su letargo; y cuando tanto el alma como el cuerpo unidos por ti y en ti, no se separen más, serán llevados a casa, a la corte tuya y de tu PADRE, para servir a DIOS en su templo, noche y día.
Edifícame, querido SEÑOR, en esta bendita certeza todos los días, hasta que llegue el último día; y entonces que mi alma ascienda para unirse a los espíritus de hombres justos hechos perfectos; y mi cuerpo duerme dulcemente en JESÚS, bien convencido de que preciosa a los ojos del Señor es la muerte de sus santos.