(2) Vive Dios, que quitó mi juicio; y el Todopoderoso, que ha afligido mi alma; (3) Todo el tiempo mi aliento está en mí, y el espíritu de Dios está en mi nariz; (4) Mis labios no hablarán maldad, ni mi lengua hablará engaño. (5) No permita Dios que te justifique; hasta que muera, no quitaré de mí mi integridad. (6) Mi justicia me aferro y no la dejaré ir; mi corazón no me reprochará mientras viva. (7) В¶ Sea mi enemigo como el impío, y el que se levanta contra mí como el impío.

El comienzo de esta secuela de la parábola de Job lleva consigo la naturaleza de un juramento. Es una solemne afirmación de la verdad. Lo que Job quiere decir con que DIOS le quita el juicio, si entiendo bien, insinúa, que él mismo (como consecuencia de sus agudos ejercicios, y su ignorancia al mismo tiempo del designio de DIOS), no puede formar un juicio claro, por lo que su el alma está dolorida. Pero, dice Job, haga mi DIOS conmigo como bien le parezca; mi fidelidad e integridad para con él permanecerán en mí.

Dulce y graciosa determinación, cuando un alma creyente puede y dice: No sé cómo me está guiando mi DIOS; pero sé que todas sus direcciones son las que deberían ser. ¡Lector! ocúpese de ello en su propia experiencia, ese camino debe ser correcto, que está marcado por la sabiduría infinita. Y cuando nuestra voluntad sea verdaderamente rebajada a la voluntad del SEÑOR, entonces el alma no podrá sino aprobar, aunque no pueda explicar, todo lo que el SEÑOR está haciendo.

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