(6) Entonces respondió el SEÑOR a Job desde el torbellino, y dijo: (7) Cíñete ahora como un hombre tus lomos; yo te preguntaré, y tú me lo harás saber. (8) ¿También tú anularás mi juicio? ¿Me condenarás para ser justo? (9) ¿Tienes un brazo como el de Dios? ¿O puedes tronar con una voz como la de él? (10) Embárcate ahora con majestad y excelencia; y vístase de gloria y hermosura.

(11) Echa fuera el furor de tu ira, y mira a todo el que es soberbio y humíllalo. (12) Mira a todo el que es soberbio y humíllalo; y pisotear a los malvados en su lugar. (13) Escóndelos juntos en el polvo; y atar sus rostros en secreto. (14) Entonces también te confesaré que tu diestra puede salvarte.

Hay mucho evangelio en esos versículos del SEÑOR. ¿No es de la misma manera y de la misma manera que ahora el SEÑOR lleva a los pecadores a un sentimiento de pecado, cuando así lanza convicción en sus mentes? ¡Oh! Cuán bienaventurado, cuán condescendiente, cuán misericordioso es cuando DIOS establece así un tribunal en la conciencia, para hacerlos sensibles a las riquezas de su gracia. Y lo que el SEÑOR dice, al final de esta protesta, se dice de hecho a todo pecador convencido: "Si el hombre pudiera justificarse a sí mismo en esos puntos, entonces podría salvarse a sí mismo con la misma facilidad". Lector, no pase por alto, le suplico, cuál es la parte más bendita de este discurso, cómo por medios tan bondadosos el SEÑOR se está preparando para la recepción cordial de la redención por parte de JESÚS.

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