REFLEXIONES

¡LECTOR! Detengámonos los dos en este capítulo tan impactante, y esperemos el cumplimiento de la dulce promesa al final del mismo, en nuestro propio interés personal, roguemos que podamos de verdad, y en verdad, realizar y disfrutar de las preciosas bendiciones allí contenidas. Observemos lo que aquí se dice, luego miremos el Evangelio y marquemos la completa confirmación del mismo; y luego, como almas convencidas de la verdad divina, reflexionen bien sobre los contenidos sagrados y procuren que ninguno de nosotros dejemos de recibir esta gracia de Dios.

Mirad cuán solemne y seguro se proclama el gran día de Dios. ¡Hay, debe llegar un día, en el que todos estos juicios alarmantes, que la primera parte de este Capítulo relata en figura, se manifestarán en realidad! ¡Oh! ¡Por gracia para santificar las verdades solemnes en nuestras casas y familias! ¡Ministros de mi Dios! ¿No encontráis motivo, en la presente terrible hora, cuando los juicios del Señor están en la tierra, para tocar la trompeta en nuestra Sion británica, y para hacer sonar una alarma en el monte santo de Dios? ¡Sí! No lloréis entre el pórtico y el altar, y testifiquéis las verdades de vuestro Señor con santo celo y celo por su honor; gritando con uno de los viejos; Mis ojos se llenan de agua porque los hombres no guardan tu ley. ¡Padres y madres de la nueva generación! ¿No recogeréis a vuestros pequeños?

Y ¡oh! ¡vosotros, humildes seguidores del Señor Jesús, sobre quien se ha derramado este espíritu de gracia, la prueba segura del amor de Jesús y vuestro interés en él! Asegúrate de manifestar un espíritu de gracia y súplica que se te ha dado, y que está continuamente en tu caminar diario, al sitiar el trono con fervientes oraciones y gritos, que no admitirán la negación de Sion en su actual estado alarmante de languideciendo.

Id, hermanos míos, id a los mismos retiros de un Dios del pacto en Cristo, viendo que tenéis audacia para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús; y no le des descanso ni paz, hasta que establezca y haga de Jerusalén una alabanza en la tierra. ¡Oh! para que el Espíritu Santo, en su infinita misericordia, derrame de sus siete dones, con copiosa plenitud, sobre toda la herencia del Señor, ahora Jesús ha regresado a la gloria, para que todos los redimidos puedan ser sinceros ante el trono, hasta que haya sea ​​liberación en el monte de Sion y en Jerusalén, como el Señor ha dicho, y en el remanente a quien el Señor llamará. Amén.

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