REFLEXIONES

¡Bendito Jesús! Al final del ministerio y las labores de Josué, veo que todas las cosas y todos los hombres llegan a su fin. Pero aunque José no es, y Simeón no es, y Josué debe morir, tú eres el mismo, y tus años no fallarán. ¡Oh! ¡El dulce pensamiento consolador! el Señor vive, y bendito sea mi fuerte ayudador; y alabado sea el Dios de mi salvación.

Pero aunque los santos y los siervos de mi Dios van por el camino de toda la tierra, sin embargo, por tu gracia, oh Señor, los frutos de sus labores, su celo y paciencia, sus oraciones y ejemplos, quedan atrás. Aquí, para mí y el Lector, oraría para que las últimas palabras y el legado del hombre de Dios vivan en mi recuerdo. ¡Oh! por la gracia de unirme a ti, querido Jesús, porque en verdad eres mi vida.

Y en el terrible día de la idolatría, y en la época de los placeres, en que el Señor ha echado nuestra suerte, ¡oh! para que la fe resista con firmeza a todos los enemigos de nuestra salvación. Hazlos, oh Señor, espinas y zarzas en nuestro camino; ciérrenos el camino con espinas si es necesario, para que nunca encontremos tales amantes. Mantén nuestras almas cerca de ti, y refréscanos tan poderosamente, por las dulces influencias de tu Espíritu, para que seamos cada vez más muertos para el mundo, pero vivos para Dios, por Jesucristo nuestro Señor.

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