(22) Y dijo a los discípulos: Vendrán días en que desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis. (23) Y os dirán: Mira aquí, o mira allá; no vayas tras ellos ni los sigas. (24) Porque como el relámpago que alumbra de una parte debajo del cielo, alumbra la otra parte debajo del cielo; así también será el Hijo del Hombre en su día. (25) Pero primero es necesario que padezca mucho, y sea rechazado por esta generación.

(26) Y como fue en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del Hombre. (27) Comieron, bebieron, se casaron, se dieron en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca; y vino el diluvio y los destruyó a todos. (28) También como en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; (29) Pero el mismo día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y los destruyó a todos (30) Incluso así será el día en que el Hijo del Hombre sea revelado.

(31) En aquel día, el que esté en el terrado, y sus cosas en la casa, no baje a llevárselas; y el que esté en el campo, que tampoco vuelva atrás. (32) Acuérdate de la mujer de Lot. (33) Cualquiera que trate de salvar su vida, la perderá; y cualquiera que pierda su vida, la preservará.

Nuestro Señor aprovechó la ocasión, a partir de esta pregunta mal diseñada de los fariseos, para instruir a su pueblo con respecto al día de la visitación, en parte, tal vez, con miras a la destrucción de Jerusalén, y en parte en relación con el último día. Todo será repentino e inesperado como los días del diluvio, o como la destrucción de Sodoma y Gomorra, no puedo dejar de notar lo que Jesús dice con respecto a la destrucción de las ciudades de la llanura; que el mismo día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y los destruyó a todos.

Si el lector vuelve al relato de este terrible evento, como lo relata Moisés ( Génesis 19:24 ), observará allí que se dice que el Señor hizo llover del cielo de parte del Señor; una expresión fuerte, como si Jehová el Padre respondiera lo que declaró esa persona gloriosa (que parece haber sido el mismo Cristo), que estuvo presente en esta destrucción tan pronto como Lot entró en Zoar; y ambos coincidieron en la sentencia.

Y no deje que el lector pase por alto que tal, dice Jesús, será el derrocamiento final en la segunda venida de Cristo. Bellamente, el Señor se refiere a la terrible consecuencia de un anhelo por cualquier cosa cuando los juicios de Dios están fuera de lugar, como en el caso de la esposa de Lot. Es una bendición sentarse sueltos y desapegados de cualquier cosa, y de todo lo que está aquí abajo, para que cuando venga el ángel de la muerte, estemos listos para volar con él a nuestro Zoar, ¡Cristo Jesús!

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