"Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo: (25) Pero mientras los hombres dormían, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. (26) Pero cuando brotó la hierba y dio fruto, apareció también la cizaña. (27) Vinieron, pues, los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? (28) Les dijo: Un enemigo ha hecho esto.

Los criados le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos a recogerlos? (29) Pero él dijo: No; no sea que mientras recogáis la cizaña, arrancáis también el trigo con ella. (30) Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega; y en el tiempo de la siega diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.

El Señor mismo ha explicado de manera muy completa y muy bendecida esta parábola en Mateo 13:36 y los siguientes versículos, que reemplaza la necesidad de cualquier observación mía. Por lo tanto, solo detengo al lector para comentar que en esta parábola, el Señor se acerca más a casa que en la primera. En esa parábola, se decía que el mundo en general había recibido la semilla del evangelio, y la recepción del mismo ha sido mostrada por la mayor parte que lo recibió al borde del camino, en terreno pedregoso y entre espinos.

Pero en esta parábola de la cizaña que brota entre el trigo, se refiere a la Iglesia profesante de Cristo, donde los hijos del inicuo se mezclan con los hijos del reino. Aquí, por tanto, brotan juntos y crecen juntos; pero desde el primer momento, aunque no haya sido dañado por los ojos de los hombres, tan perfectamente conocido por Dios desde la eternidad, como cuando maduró en su estado completo.

La cizaña no puede convertirse en buena semilla, como tampoco la buena semilla puede convertirse en cizaña. Son de una resistencia diferente, una raza totalmente diferente. Entonces Jesús se lo explicó a sus discípulos y, bendito sea Dios, así lo encuentran los hijos del Señor. Y aunque han de crecer juntos hasta la cosecha, y la Iglesia de Dios, mientras esté en la tierra, nunca estará libre de cizaña, sin embargo, el Señor conoce a los que son suyos, y por el dulce rocío refrescante del alma de su Espíritu, y la curación del Sol de Justicia en sus corazones, a menudo el Señor da a su pueblo a saber de quién son ya quién pertenecen.

¡Oh! la misericordia inefable de ser de la simiente de Cristo y herederos del reino. ¡Lector! Te suplico que recurras a esas escrituras. Isaías 59:21 ; Isaías 59:21 ; Gálatas 3:16 .

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