REFLEXIONES

¡OH! por la gracia de recibir y creer el testimonio que Dios ha dado de su amado Hijo. Ciertamente, el Señor ha proporcionado a su pueblo toda evidencia que Dios pueda dar o que el hombre pueda recibir, de la verdad de la resurrección de Jesús. Por señales en el cielo desde arriba; y maravillas en la tierra de abajo, fue el triunfo de mi Señor sobre la muerte, el infierno y el sepulcro manifestado. Todo testigo me llama, como los ángeles a las mujeres en el sepulcro; ¡Venir! mira el lugar donde yacía el Señor.

¡Sí! Yo respondería. ¡Mi alma desea tomar el ala de la fe, descender en el memorable sepulcro y ver el lugar sagrado! ¡Sí! ¡Huiría allí, pero no me quedaría allí, sino que me apresuraría a mirar hacia arriba en busca de un Salvador resucitado y ascendido! ¡Sí! ¡Buscaría la gracia para seguir mis investigaciones después de Jesús, hasta que lo contemplé en ese seno de Jehová, donde ha estado acostado desde toda la eternidad!

¡Y ahora mi honorable Señor! mi alma se postrará ante el estrado de tus pies y te saludará, Señor del cielo y de la tierra. ¡Cabeza gloriosa, misericordiosa y todopoderosa de tu Iglesia y de tu pueblo! Te toca a ti enviar a tus siervos, para llamar a tus hijos de lejos ya tus hijas de los confines de la tierra. Tu reino de gracia será establecido hasta que hayas traído a casa a todos tus rescatados a tu reino de gloria. Ninguno quedará atrás, sino que será sometido a los bautismos de tu Espíritu para alabanza y honra conjunta de los santos Tres en Uno, Padre Hijo y Espíritu Santo. ¡Señor! apresura tus propósitos de gracia; y confirma las sagradas promesas de tu voluntad.

¡Adiós Mateo, fiel registrador de la historia de mi Señor! Gracias a Dios Espíritu Santo, por tus servicios en su Iglesia en aquellos memoriales escritos de la concepción, encarnación, nacimiento, bautismo, ayunos, tentaciones, ministerio, milagros, parábolas, profecías, agonías, conflictos, sufrimientos, muerte, resurrección y ¡Vuelve a la gloria de nuestro Señor Jesucristo! ¡Bendito sea mi Dios y Salvador, al llamarte desde el recibo de la costumbre a ser evangelista! ¡Oh! Bendito sea el ministerio de tu palabra en mi alma y en las almas de miles.

Y luego, cuando llevaste al Señor Jesús a tu casa, y luego le hiciste un banquete con publicanos y pecadores; así que pronto Jesús nos llevará a ti ya mí, ya todos sus redimidos a casa, a la cena de las bodas del Cordero en el cielo; y deleite nuestras almas violadas, con el gozo de sí mismo; y en él y por él, todas las personas de la Deidad en un banquete incesante de santo gozo para siempre. Amén y amén.

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