REFLEXIONES

¡HE AQUÍ, alma mía! cómo se ha ordenado al pueblo de Dios en todas las épocas que se mantenga separado de todos los demás, y que nunca se mezcle con ellos, y mucho menos que forme alianzas con ellos y aprenda sus obras. Mira, pues, que salgas de entre ellos y no toques lo inmundo. En la designación original de Dios, el pueblo de su amado Hijo habita solo. Tienen una marca y un carácter distintos, dado a Jesús. Comprado, redimido, redimido por Jesús.

Regenerado por el espíritu de Jesús, y puesto como un sello del Espíritu en la mano de Jesús y en el corazón de Jesús. ¡Oh! entonces, como uno de los pecadores rescatados del Señor, sea mi porción ser conocido y distinguido. Que no haya tobías, ni sanballats, ni amonitas ni hanaanitas en mi alianza. Pero ¡oh! déjame ser hallado uno con Jesús, unido a mi Señor; y formado Cristo mi Señor en mi corazón, esperanza de gloria.

Y ¡oh! para que la gracia sea tan conocida en reverenciar los sábados de mi Señor, las ordenanzas de Jesús, su palabra, los ministros de su gracia y todas sus cosas santas. Señor, acuérdate de mí para mi bien en todo esto, según la grandeza de tus misericordias, en Jesús tu amado y siempre bendito Hijo.

¡Y ahora, adiós, noble Tirshatha, magnánimo Nehemías, gran y fiel siervo del Dios Altísimo! Oro por gracia para imitar tu hermoso ejemplo. Y en medio de toda la oposición de los Sanballats y Tobías de la actualidad, que sea mi felicidad el ser distinguido, como fuiste en tu generación, valiente por el bien de las verdades; y solo celoso de ser aprobado ante Dios.

Pero ¡oh! ¡Dios Todopoderoso! tú, que diste a Nehemías todo lo que poseía de fortaleza y gracia en esta bendita causa; a ti me gustaría principalmente mirar, y mientras me deleitaba con la historia del siervo, reconocería la mano del Amo Todopoderoso; influir, guiar, proteger y dar éxito a Nehemías en todo. ¡Sí! ¡Espíritu Santo! Tú eres el que en todas las épocas levantaste siervos fieles, para ser instrumentos dignos de honra en tu mano omnipotente, para el bien de tu pueblo.

A ti, entonces, sea toda la alabanza y toda la gloria. Deseo bendecirte por tus misericordias para con este gran hombre, al darle un puesto tan distinguido en tu iglesia. Deseo bendecirte por haber hecho que su historia se transmita como ejemplo a los siglos venideros. Y ¡oh! Señor, haz que todos sean bendecidos para traer gloria a Dios y felicidad a tu pueblo en Jesucristo, a quien con el Padre y el Espíritu Santo sea alabanza sin fin. Amén.

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