Hawker's Poor man's comentario
Nehemías 2:20
REFLEXIONES
MARCA, alma mía, los caracteres muy diferentes que distinguen a los hombres del mundo de los verdaderos amantes de Dios. Sus rasgos, modales, costumbres, actividades, hábitos, placeres, todos difieren. Sea cual sea la raíz de amargura, no pretendo decirlo, pero es cierto que hay una raíz de amargura brotando dentro de ellos, tanto la flor como el fruto funesto y mortal aparecen en todas sus ramas. Pero si bien estas marcas atestiguan claramente de quién son y en qué causa están plantadas; cuán bendecido es ver que no pueden extender su lujuria más allá de lo que el Señor permite.
Y cuán bienaventurado es ver que el Señor los usa con fines medicinales para su pueblo para bien. Sanbalat y Tobías querían decir que no, ni su corazón lo quería; pero, sin embargo, en realidad, todo lo que hicieron, y todas sus burlas y oposiciones, solo tendieron a hacer que Nehemías fuera más asiduo y más serio en sus recursos al propiciatorio. ¡Lector! cuando nuestros enemigos hacen esto; cuando nos conducen a un trono de gracia, cuando de otra manera no deberíamos ir allí, seguramente el Señor, por su sabiduría dominante, convierte su mismísima maldad en bien y los obliga, contrariamente a sus deseos e intenciones, a demostrar que somos buenos amigos.
Mira, alma mía, en Nehemías, el retrato de los hijos de Dios. Mientras la casa del Señor está desolada, no se complacen. Mientras Jesús y su pueblo están oprimidos, no hay gozo en un alma misericordiosa. Mira, pues, alma mía, si, como Nehemías, estás ansiosa por la prosperidad de Sion. ¿Puede un trono de gracia darte testimonio de que tus peticiones están allí para su bienestar? ¿Amas sus atrios, sus ordenanzas, sus siervos, sus ministros, su pueblo? ¿Es el Señor mismo precioso para ti, y más querido que la cuña de oro de Ofir? ¡Oh! ¡Tú, querido Redentor! deja tu nombre, tu persona, tu trabajo, tus oficios, tu carácter, parientes; todo, todo lo que pertenece a Jesús, sea como ungüento derramado. Y ¡oh! Concédeme, Señor, que pueda ser olor grato a Jesús, como Nehemías, a todos los que me rodean.