Observa lo que dice: que no pudo; no es que no lo hiciera, porque eso lo deseaba. Pero cuán preciosa es esta instrucción para el creyente en JESÚS: ni los magos ni los demonios pueden maldecir a los que DIOS ha declarado bienaventurados. Y si el pobre llamara a esto parecido, nunca se sentiría inducido a temer, y mucho menos a confiar en las artes malabaristas de los magos y los adivinos, que van a imponerse a los incautos.

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