Como se continúa con un mismo tema a través de estos versículos, no he interrumpido al lector en su lectura, hasta que ha llegado al final del mismo, al final del capítulo. Pero ahora será apropiado hacer una pausa y hacer un repaso serio y pausado del conjunto. Y primero, qué dulce y refrescante es contemplar en esas ciudades de refugio, el tipo vivo de nuestro Refugio Todopoderoso, el SEÑOR JESUCRISTO.

¿Qué asesinato no hemos cometido tú y yo contra nuestras propias almas, por el pecado? contra las leyes de DIOS, contra el mismo JESÚS crucificándolo una y otra vez, y poniéndolo en abierta vergüenza. Si la muerte, el juicio y la ley, que actúa como vengador de la sangre, nos hubieran alcanzado antes de que ganáramos a JESÚS, la ciudad de refugio, ¿dónde habría estado nuestro remedio? ¡Precioso JESÚS! en ti y en tu justicia encontramos una ciudad de refugio, y somos plena y eternamente librados del vengador.

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